Su estreno se produjo el 5
de abril de mencionado año y nunca, ningún espectáculo teatral, ni siquiera
sesenta años después de su primera puesta en escena, ha levantado tantos ríos
de tinta, éxito y devoción como La Blanca doble.
Y es que la
leyenda que se creó en torno a ella no fue para menos: sus autores, Enrique
Paradas y Joaquín Jiménez habían escrito su libreto antes de la guerra, pero
varios músicos habían rechazado ponerle la música, por lo que el libreto
permaneció guardado en un cajón durante años. Curiosamente, en casa de Paradas
cada vez que había un aviso de bombardeo durante la guerra él, junto a sus
hijas, corrían a refugiarse a la estación de metro más cercana sin apenas
tiempo de llevarse consigo nada, excepto una cosa: el libreto de esta obra.
Enrique Paradas contaba a sus hijas: “Este texto os salvará de pasar hambre
algún día”.
La muerte del libretista sumió a su familia en la pobreza más
absoluta y, Jacinto Guerrero, hombre de buen corazón y sabidos principios
morales, decidió ponerle música para intentar ayudar en la medida de sus
posibilidades a la familia del fallecido libretista[1]. A
partir de entonces, la leyenda de La Blanca doble no hizo sino comenzar.
La obra se eternizó en los carteles años y años, salió de gira por provincias
en varias compañías y dio unos más que buenos dividendos a los familiares de
sus autores.
[1] Vid. LAGOS, Manuel: “La tristeza sobornada.
El otro teatro (y III). El teatro musical en Madrid (1940-1985): la revista”,
en ADE Teatro. Teatro de la España del siglo XX (III):1939-1985, nº 84,
enero-marzo 2001, págs. 206 y 207.
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